Uno: piensa en lo que necesitas,
en eso que te hace feliz, la pinceladita.
(Piénsalo sólo una vez
y luego ya no lo pienses más).
Dos: piensa el paisaje completo,
hasta donde te den los ojos.
(Piensa una pincelada junto a otra,
y un nombre y otro nombre
y tantos esfuerzos.)
Tres: regresa al pedazo de lienzo
que parezca depender de tu mano
y haz que en ese espacio suceda
todo lo que querías que el mundo fuera.
Por Patricia Fernández-Pacheco