El bastón, las monedas, el llavero,
la dócil cerradura, las tardías
notas que no leerán los pocos días
que me quedan, los naipes y el tablero,
un libro y en sus páginas la ajada
violeta, monumento de una tarde
sin duda inolvidable y ya olvidada,
el rojo espejo occidental en que arde
una ilusoria aurora. ¡Cuántas cosas,
láminas, umbrales, atlas, copas, clavos,
nos sirven como tácitos esclavos,
ciegas y extrañamente sigilosas!
Durarán más allá de nuestro olvido;
no sabrán nunca que nos hemos ido.
Por Jorge Luis Borges. Buenos Aires, 1899 – Ginebra, 1986.
que lindo!!! que nostalgia!!! pensaba en mi, pensaba en muchos y pensaba obviamente en vos, yo, que no como las cosas si lo se y extraño, aunque tal vez por el tiempo o por una peculiar y racional manera de protegerme tambien olvido, olvidamos, que pena…
Leí la primera linea y supe… cómo me gustan los poemas de este señor. Y pensar que dicen que no era buen poeta. Precioso. Allí quedan, las cosas y los poemas.