
(y yo adhiero)
QUEREMOS TANTO A BOLAÑO
DK: Vamos a cambiar de tema. ¿Bolaño debería estudiarse como parte de la literatura española?
IE: No. Siempre he dicho que uno de los méritos de Bolaño, una de las razones que explica su centralidad en el presente, es que con él fraguó un modelo de escritor, digamos, extraterritorial. Si hubiera que adjudicar a Bolaño a algún ámbito, yo lo adjudicaría sin dudar al ámbito de la literatura hispanoamericana. En el marco de la misma, Bolaño se adelanta a la hora de postular una lengua y un imaginario narrativo que trasciende las fronteras nacionales y que reflexiona desde una perspectiva, digamos, continental.
DK: ¿Cuánto hay de montaje en Bolaño, honestamente?
IE: Nada. Ya sé que parezco la viuda de Bolaño, pero no, nada.
DK: La pregunta es: ¿estaríamos hablando de Bolaño en los términos en que lo hacemos si Bolaño no se hubiera muerto? ¿Cuánto hay de revalorización de una obra cuando el autor se muere?
IE: Con independencia de su muerte temprana, una novela como 2666 es desde mi punto de vista indiscutible. Es más, yo especulo que un Bolaño aupado sobre la contundencia, sobre la ambición y la grandeza de una novela como 2666, un Bolaño reconocido y consagrado internacionalmente, como lo es ahora, hubiera desempeñado un papel muy dinamizador en el contexto de la cultura en lengua española. Bolaño era muy difícilmente sobornable, y tenía un proyecto muy claro como escritor, que comprendía una inequívoca voluntad ordenadora, un impulso de intervención en el campo literario que, de haber continuado viviendo, habría tenido importantes consecuencias. No tengo ninguna duda acerca del valor de Bolaño como escritor, y si bien el romanticismo de su muerte temprana y la leyenda del joven vanguardista han podido contribuir a su fortuna, sobre todo en Estados Unidos, también creo que son elementos que distraen del núcleo duro de su literatura, que va mucho más allá, y que nos toca esencialmente.
Entrevista completa.