Estos días son lentos. Despacio, la cámara registra imágenes que tardan en desenrollarse. A la mesa de luz le crecen un par de libros. Leo y encuentro.
La intimidad tiene esta forma.
Una tarde
Mientras escribe, sin mirar el mar,
siente entre los dedos el temblor de su lapicera.
La marea se retira arrastrando
pequeñas piedras, restos de vida marina.
Todo esto no tiene nada que ver, no,
con el origen de su emoción. No.
Su corazón se acelera porque ella
en ese instante ha decidido entrar
completamente desnuda en la habitación.
Somnolienta, por un momento no sabe
dónde está. Se dirige al baño. Acomoda su pelo en la frente.
Se sienta en el inodoro con los ojos cerrados,
la cabeza inclinada; las piernas extendidas, abiertas.
No ha cerrado la puerta del baño, él puede verla.
Quizás,
ella esté recordando lo que sucedió esa madrugada.
Porque después de un rato, abre un ojo y lo mira.
Y sonríe con mucha dulzura.
Raymond Carver
Oregon, 1938 – Washington, 1988