El invierno a Paul Auster lo sorprendió escribiendo. Y todos nos pusimos felices. Cuando digo todos, me refiero a los que como yo, hace 15 años, seguimos cada libro que este señor publica, casi siempre en Anagrama, para el público hispanoparlante.
El invierno, sin embargo, nos devolvió un cuaderno egocéntrico y pueril. Al menos, es mi percepción de su Diario de invierno, que desde el fin de año pasado descansa junto al velador. Aun cuando lo pedí en febrero.
¿Qué puede motivar a un escritor tan lleno de historias a escribir sobre sí mismo? ¿El dinero? ¿El síndrome de la página en blanco? ¿Las exigencias editoriales por cumplir el plan del año? Si conociera personalmente a Auster, es probable que no estuviera especulando. Lo cierto es que me sorprendió mal esto nuevo, que en el 2012, salió de las mismas manos que escribieron El Palacio de la luna o Mr. Vértigo, dos de sus libros que más me gustan.
Esas, como la mayoría de sus novelas, tienen una gran carga autobiográfica. ¿Qué escritor no usa vivencias propias, palabras suyas, anécdotas personales, en los personajes que crea? Me atrevo a asegurar que muy pocos. Sin embargo las recreaciones cercanas a un alter ego, no dejan de ser parte de las nuevas historias que van tomando forma, como ficción y que en el caso de Auster, siempre tuvieron como fin, componer escenarios con un estilo muy bien identificado. Me encantan las historias que se inventa y si bien siempre he renegado de sus finales, he disfrutado mucho de todas ellas.
No es el caso de Diario de invierno, porque es una especie de reality show donde el único protagonista es el propio Auster, que no tiene el más mínimo reparo en repasar su vida del pe al pa, con un tinte, a veces, muy parecido a la autocompasión. Entonces la lectura fluye, pero morbosa, como se lee una nota de esas revistas de chismes que tan lindamente editadas, se muestran en las vidrieras de librerías y puestos de periódicos.
Son tiempos estos de mucha exposición, los famosos y los que no lo somos, también asistimos a la debacle de la privacidad. Pero yo esperaba otra cosa de Auster. Será que he idealizado al escritor que no es más que cualquier otro ser humano, que envejece y se lo quiere contar al mundo.
Aún no lo leí, tampoco. Leo poco. Descubrí este verano a Marta Rivera de la Cruz y me leí todos sus libros de un tirón. Hacía tiempo que no me pasaba y no me quedó espacio para Auster. Aunque los útlimos libros que había leído de él me hicieron echar de menos Leviatan, o la Trilogía. Y hasta he llegado a releer varias veces el Cuaderno Rojo (que me encantó). Pero no,
Algo parecido me pasó con Hanif Kureishi, y también era uno de esos autores perseguidos desde casi la adolescencia.
Besos Zoe… !
Yo lo leí también. Es algo que no te esperas. De hecho, yo me lo compré sin saber nada del libro, a tientas, como me gusta hacer con películas y libros. Y la verdad es que dentro de su estilo inconfundible (Auster escribe y escribirá siempre bien), te deja un sabor amargo de qué novela podría haber escrito utilizando lo que dices en tu post y que es tan característico de otras de sus novelas.
Besos, Zoe.
Lo leí, Me aburrió. Lo olvidé
Gracias a los tres por pasar.
No he leído el libro y por tu comentario creo que no me apetece leerlo de momento. Tengo una pila enorme de libros por leer. Así que adelante con la lectura. Lo importante es leer en cada momento lo que uno necesite. Estoy con Enrique Vila-Matas, encantada. Y ahora con un libro sobre Woody Allen y todas sus películas. Es que estos días me ha dado por volver a ver todo el cine de Allen y cada día me entusiasma más, sus diálogos son delirantes, sorprendentes, me encantan. Un besazo enorme ZoePé.