Creo que muchos tenemos un anhelo de simplicidad. Un deseo casi infantil de entender y ordenar el mundo que nos rodea. ¡Sería tan cómodo saber que esto está bien y esto otro mal, que éste me quiere y éste no! El problema de esa idea es que peca de ingenua: las personas -como las sociedades- somos tremendamente complejas; rara vez actuamos movidas por una sola razón, rara vez somos unidimensionales, rara vez decimos toda la verdad.
Por Mori Ponsowy. El misterio de los otros.
Estoy de acuerdo.
Tenemos esa necesidad de entenderlo todo, de clasificarlo y comprenderlo, y con ello sentirnos seguros.
Y me temo que no estamos capacitados para ello.
Basta pensar en el universo para comprender que no lo estamos.
Besos.
A quién querés más : a mamá o a papá ?
Y lo más curioso es que, aún asumidas nuestras propias contradicciones y complejidades,
nos cueste tanto aceptar las de los demás.
Esperamos más claridad de la que damos.
Como si el derecho a no ser absolutamente transparentes lo tuviesemos nosotros en exclusiva…
Deberíamos pensar en esto más a menudo para ser más tolerantes con los otros ¿no?.
Un beso.
Iba a comentar sobre lo lindo de la prosa de este árticulo, pero justo me dio por leer la nota entera y vi que lo habías copiado de ahí. Después leí Camaroncito Duro y supe que el halago no hubiera sido en vano. Me encanta tu blog.
Bienvenida a la ADULTEZ
nunca me doy cuenta cuando eres tu o no pero me gusta.. besos