Belleville era sólo parte del nombre de una película antes de que mis pies pisaran durante veintidós días las callecitas que van desde la Rue Mélingue, en lo de Dominique, hasta la Rue Piat, donde vivíamos, bajando por Rue de Belleville, que luego se convierte en Rue du Faubourg du Temple, hasta la Place de la République. En medio, la estación Pyrénées de la línea marrón del metro de París.
Esa parte de la ciudad era el punto de partida y de llegada de nuestros largos paseos a pie. Caminé por ahí con sol, lluvia, frío, nunca con calor y miré cada negocio, cada cartel, las buhardillas, la esquina del Franprix y la intersección con el Boulevard de Belleville que lleva a Pére Lachaise.
Tengo muy frescas esas imágenes aún. Y una sensación tibia de compañía que no abruma y que a casi un año de esos días se acerca a algo parecido a una certeza.