Murakami escribe como si fuera mi amigo de toda la vida. Y no lo digo sólo por este libro de él que ahora mismo está en la cima de la montañita de libros que crece en mi mesa de luz. El primero que leí, por recomendación involuntaria del autor de Elegí un mal día para empezar a fumar, fue Tokio Blues. También me pareció una charla de café con alguien cercano. No se si tendría la misma percepción si pudiera leerlo en japonés.
Y es que a Murakami le gusta el jazz, le gusta escribir y le gusta correr, como a mí. Creo que seríamos grandes compañeros si no tuviéramos ese problemita con el idioma. Pero a ver…, habla inglés no? Eso facilitaría un poco las cosas en materia de comunicación. Aunque definitivamente, estoy cada vez más convencida de que seríamos compinches.
Porque Murakami va a correr movido por el dolor y convierte el dolor en el motor que moviliza las piernas, los brazos y la mente, haciendo un experimento real de aquello que fue enunciado por la ley de conservación de la energía: ni se crea ni se destruye, sólo se transforma.
Dejé a un lado por unos días la lectura de Bolaño y Carver, para meterme de cabeza en el testimonio de un escritor, dueño de un bar temático especializado en jazz, que un buen día decide empezar a practicar las carreras de fondo. Voy leyendo o mejor, devorando cada página, con la certeza de que está hablando de mi.
Cuando ya muy tarde, sin sueño aún, decido apagar el velador, salgo a correr, luego nado un poco, atravesando el Mar Caribe hasta llegar a los cayos de la Florida, donde estoy segura de que podré dormir acunada por una voz muy dulce que dice mi nombre.
Voyeur
Pide un deseo
Un Moleskine a rayas.
El asceta
Asceta por Alfonso Daniel Rodríguez Castelao
Coincido con él cuando habla de la esterilidad de las actuales relaciones humanas. Lo admiro cuando refrenda lo que Martí había enunciado antes; «toda la gloria del mundo cabe en un grano de maíz».
Y pienso que mi incapacidad de sustracción a las banalidades de la vida moderna es inmensa. Podría vivir con muy poco, pero hay cosas que elegiría para llevarme al retiro.
¿Está bien? ¿Está mal? ¿Depende la vida de hoy de un paradigma de la felicidad armado para las grandes masas, bajo el que, como corderos que entran al corral, nos regimos todos creyendo que somos felices y en realidad nos estamos tomando el pelo unos a los otros?
Lo único claro es que no quiero hacer algo en lo que no crea. Así, con muchos nos.
Por el momento creo en lo que veo y el panorama es medio negro.
Alguna vez he escuchado que un pesimista es un optimista bien informado.
Voy a dejar de leer un poco.
Apócrifo
¿Fue posible que Lenin y Hitler hayan jugado al ajedrez en la casa de una familia judía de Viena en 1909? El grabado que así los muestra puso la pregunta sobre la mesa. Se trata de un dibujo a tinta titulado «Un juego de ajedrez: Lenin y Hitler», supuestamente hecho por la maestra de arte del futuro líder nazi, Emma Lowenstramm. La fecha de la pieza data de hace poco más de un siglo. A lo curioso del hallazgo se une el hecho de que el dibujo de 1909, o al menos una de sus cinco copias, está firmado por ambos personajes. No reconozco a ninguno de los dos en él o mi memoria está contaminada por imágenes más recientes.
Hay más información en RTVE y en Telegraph.
Un tren de cercanías
Lo está esperando. Se anunció desde hace algunos días y no sabía en un principio si era ese el tren que debía tomar. Luego recibió algunos avisos, señales que le dejaron más certezas. Uno de ellos decía, «es un tren de cercanías, no dudes en tomarlo», pero aún así no se había decidido. Los últimos mensajes conminatorios eran mucho más exactos, con datos, algún recuerdo y un par de fotos. La incertidumbre empezó a ceder, el miedo aunque latente dejó lugar a la sorpresa y a una levedad de risas compartidas.
Y ahora que se acerca se convence todavía más. No sólo eso: se entusiasma y sueña.
A la red de trenes de cercanías de Madrid.




