Me haces bien por Jorge Drexler. La edad del cielo, 2004.
Música
La segunda línea
Treme es el tipo de serie que yo vería una y otra vez. Dada mi poca propensión a ver estos programas, es un hallazgo (hermosa palabra) la aseveración.
Pero Treme también es un barrio de New Orleans, quizás el de mayor tradición musical en la ciudad, donde vivieron los padres del jazz y desde donde salieron los sonidos que luego fueron moda en New York, Chicago y Los Angeles.
La presencia de los negros, de los indios, de los franceses, todo mezclado en partes iguales, son los ingredientes de cada episodio servido en platos de buena música y de dolor. El dolor que persiste por el desastre aún reciente del huracán Katrina.
Cualquier cosa que diga como reseña de la serie es más de lo mismo.
Sin embargo debo decir que anoche mirando el entierro de Daymo, me di cuenta que lo que más me gusta de todo esto es la segunda línea. Esa especie de desfile transgresor, en el que la gente baila y llora, mientras van detrás de los músicos, en una fiesta que no termina.
Final capítulo 10, primera temporada. Treme, 2010.
Una canción de diez años
Lucía por Joan Manuel Serrat. Mediterráneo, 1971.
La música
En mi casa siempre sonaba algo. Algo de música, digo. El eclecticismo de esos sonidos era notable. Mis abuelos, gallegos, gustaban de sus propios cantos y cuando ya su arraigo en la isla era irreversible, se hicieron adictos a Palmas y Cañas, un programa de música campesina cubana que pasaban en la televisión los domingos por la tarde. Mi madre más moderna ella, oía en el tocadiscos de turno los más variados LP’s y singles, que iban desde Ray Connif y su orquesta hasta The Beatles, pasando por Sinatra, Paul Anka, Manzanero, Barry White, Abba y seguro alguno más que ahora no me viene a la memoria.
Una vez que mi hermano y yo empezamos a tener alguna injerencia en el manejo del tocadiscos, inundamos la casa con otros ruidos. Silvio Rodríguez, Pablo Milanés, Amaury Pérez, Carlos Embale, los Muñequitos de Matanzas, el Grupo de Experimentación del ICAIC, Bach, Mozart, Beethoven, Corelli, Rachmaninov, Schumann, Charly García, Divididos, Fito Paez, Juan Carlos Baglietto. En común con mi madre teníamos a The Beatles y esos discos pasaron del estante de ella al nuestro muy rápidamente y sin derecho a protesta o reclamación. Después, un poco después, llegaron Pink Floyd, Queen, Rolling Stones y un montón más, muchos más.
En la escuela en que estuvimos pupilos durante seis años también se escuchaban estas y otras músicas. Y como no podíamos comprar discos de ninguna banda ni verlas en vivo, sintonizábamos una radio de USA, a la que llamábamos «la dobliu» en un chamuscado inglés mal entendido y mucho peor hablado. Recuerdo que en la COCO, otra radio, pero de la ciudad, pasaban un programa que ponía «música en inglés» y que por supuesto escuchábamos puntualmente todos los días a las seis en punto.
La época de la universidad, convulsa y revolucionaria, tuvo su propio soundtrack, en el que se mezclaron cosas de antes con nuevas. Conocí, cuando ya me había graduado, a una persona que luego se convirtió en un gran amigo, que me presentó a Spinetta, Pat Metheny y Brad Mehldau. Fue el primer melómano que apareció en mi vida y aún muchos de mis gustos están marcados por su influencia.
Porque, y ya que apareció la palabrita esta, así es como siempre he estado con la música, bajo la influencia. Por suerte para bien.
Cuando vine a vivir a Buenos Aires tropecé con gente muy aficionada a la música, de todo tipo y que de la mejor manera mostraron para mi sus preferencias.
En estos últimos meses que mi cabeza ha estado en una síncopa más lenta, como hibernando, de nuevo apareció un melómano y de nuevo mi música se renovó, se enriqueció y me acompañó por las calles de esta ciudad, en mi casa, en la de mis amigos.
Hoy por la mañana, temprano, recibí una canción en mi Spotify – Inbox.
Hoy, a esta hora, quiero compartir la alegría que siento, que anula la tristeza de hace un rato, la anula completamente.
Como ese muchachito que baila me siento ahora, por otras razones, pero así mismo.
Y tengo muchas ganas de bailar y brindar a mi salud y a la de todos ustedes.
You Make My Dreams por Daryl Hall & John Oates. OST (500) Days of Summer, 2009.
Ojalá seas tú
Él viene desde un lugar cercano al mío. Barrios aledaños. Tengo un recuerdo lejano de su respiración en mi pelo y un temblor ansioso que salía de mi estómago. ¿Cuánto hace? Muchos años, tantos que hoy somos los mismos. Y bailábamos con otros la canción de Tootsie, que ahora ya no es lo que era antes, pero que la nostalgia mantiene «intacta en su paisaje».
It might be you por Stephen Bishop. OST Tootsie, 1982.