Anoche dormí poco y mal. Tenía un nudo en el estómago y aunque la cabeza estaba completamente en blanco, algo que en mí es bastante inusual, el malestar no me dejó pegar un ojo como se debe en toda la noche.
A las 07:00 de la mañana me levanté ojerosa, con arenita en los párpados y el nudo que seguía ahí.
Recién cuando leí el post de Alberto y navegué hasta la nota de El País, fue que supe por qué la sensación de estar atada por el estómago.
Se resume así: «Cuantas más palabras nos permiten usar, más libres nos volvemos».
Escribí entonces un larguísimo e-mail que descansa en la carpeta de Borradores. A la media hora salí a comer algo porque me dio hambre, sin nudo, un poco más libre.
No lo había pensado así, y si lo acepto así, el precio de la libertad es poco, me pregunto cual es el precio de la culpa que es lo que me anuda es estómago ahora…
bess hasta la prox.
Yo pienso que las palabras saben quienes las pronuncian, por eso suenan diferentes en cada boca y se leen diferentes en cada página, interesante descubrimiento que nos impone Nobel, grandilocuente (una vez más) como siempre, un millón de dólares a la derecha por favor, gracias.
Walter, después me lo explicás? No entendí muy bien. Un beso.
Un beso, SM.
Quiza este sea un Nobel muy cercado. Quiza la idea del pannuelo como alivio sea demasiado humana y universal…Ahora piensa en ese pannuelo y veras que el dolor deaparecera.
besotes