A y yo escuchábamos esas músicas a finales de los ochentas o en el principio de los noventas, en su casa de la calle Infanta, frente a la parada de la 65.
Aunque antes, otro amigo, me presentó Pescado Rabioso.
13 y 8 no era sólo la intersección de dos calles en El Vedado. Era también un punto de encuentro, de cantar, de tomar ese ron barato y malísimo, pero el único, de compartir las nuevas canciones que mucho le debían al Flaco. Algunos reconocían públicamente esa influencia, otros no. Pero estoy casi segura que las canciones de Spinetta fueron inspiración para los que en esa esquina hacían de una reunión, un pretexto para disentir.
De esas influencias salió «Café Paola» o «Quito, septiembre«.
Y parece difícil de explicar que a esta hora, cuando Luis Alberto Spinetta no está más por aquí, haya cubanos que se sintieron hijos de su música y hoy han quedado huérfanos.
Un comentario en “Orfandad”
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mucha pena encima y dentro mío.