Viernes

Cristal

El viernes aparece como la salvación para el cansancio. Hay casi una predisposición al viernes, aunque no deja de ser un día duro. La rutina a la mañana es igual a la de cualquier día y según pasan las horas comienza a notarse el clima de cercanía al descanso.
Hace unos años este día era sinónimo de salir al mundo exterior, después de una larga semana en el internado, durmiendo poco, comiendo mal, con las muchas y crecientes exigencias de una escuela donde era imprescindible mantener ciertos niveles de rendimiento escolar para continuar allí.
En el lugar donde vivíamos, las chicas nos arreglábamos el viernes; que si la depilación de cejas y piernas, que si coordinar bien para encontrarnos el sábado, que si elegir mentalmente la ropa que nos íbamos a poner, que si alguna tenía un amor entre manos, se ensayaban los discursos y las actitudes.
El viernes transcurría y mutaba hasta que la noche se convertía en una verdadera fiesta, víspera de la fiesta mayor: el sábado. Nunca hubiera querido ser adulto para conservar ese gustito del viernes, pero no hay modo de parar el tiempo y su curso.
Hoy el viernes también tiene algo especial. Mis compañeros vienen a la oficina con ropa más informal, hay un ambiente de distensión que se nota en las voces un poco más fuertes que otros días, se sienten sonrisas casi carcajadas, tenemos medialunas encima de los escritorios.
Hoy el viernes se puso un traje de lluvia.

No frames

Las cajas de embalaje aún están llenas de lo que no ha encontrado lugar en la nueva casa. Y en los últimos días se dejaron hurgar en medio del duelo, apuntalándolo. Fotos, música, películas, libros. No es casual que todas las imágenes insistan en permanecer guardadas. Las paredes están casi desprovistas de ellas, sólo Castagnino y sus variaciones del Martin Fierro. Nadie más.

Picture in a Frame por Tom Waits. Mule Variations, 1999.